Uno piensa que no le va a pasar a uno. A veces somos un poco ilusos y creemos que algunos procesos pueden ser ajenos a nosotros, como si fueran evitables. Una de las cosas que me ha enseñado la vida es que aunque hay muchas cosas evitables, otros procesos sencillamente se dan.
Y digo todo esto porque he notado, desde que regresé a Costa Rica, que algunas amistades están destinadas a morir, aunque la verdad a mí me duele que sea así. El otro día hablaba con un amigo de esto, y fue en realidad en esta conversación donde noté algunas cosas muy interesantes. El me dijo que durante un tiempo el se dedicó a llamar a sus amigos, hasta notar que en realidad, el único que mostraba interés en continuar la amistad era él.
Llegó un punto donde, tal vez a modo de prueba, dejó de ser él el que llamaba a sus amigos, para ver cuáles eran los que en realidad estaban dispuestos a mantener el contacto. Algunos decidieron llamarlo de vuelta y lo invitaban a salir. Otros, y esto fue lo más curioso, nunca devolvieron la llamada.
Me molesta que algo así pase. ¿Por qué? Porque creo que ser amigo de una persona implica estar en las buenas y en las malas. Porque pienso que uno no puede decir que está en las malas con alguien si se vive esperando la llamada, o la visita de una persona, o que le escriban. Es cierto, una vez que salimos del colegio se vuelve más difícil mantener el mismo grado de cercanía, pero eso no implica eliminar la cercanía. Si uno hace eso está renunciando a una amistad.
Desde que regresé a Costa Rica, casi todas las personas con las que yo tenía contacto en el colegio se mantenían intactas, no se deterioraron porque ya se sabía que no había opción de verlos ni de escribirse tan a menudo. Algunas, eso sí, mejoraron. Las de mis mejores amigos, que me ayudaron a salir adelante en algunos momentos y me demostraron el valor que tenían.
Pero ahora siento que estoy pasadno por lo mismo que pasó mi amigo. He notado que yo soy el que está escribiendo los mensajes a algunas personas, o llamándolas. Cuando me las encuentro, a veces lo he mencionado y me dicen algo así como: "ah, yo le mandé un mensaje pero seguro no le llegó", o "ahí hablamos". Una que otra puede ser cierta, pero en general son respuestas que suenan a excusas. Si aparte de una línea como esa, esa persona no mueve un dedo, yo creo que el mensaje es bastante.
"Lo que pasó fue que me volví más valeverguista", me dijo mi amigo. Pues yo no me siento valeverguista pero no deja de tener razón. Aunque duele perder a las personas por el desprecio, es otra lección de la vida: "Hay que aprender a renunciar".
Saludos.
Y digo todo esto porque he notado, desde que regresé a Costa Rica, que algunas amistades están destinadas a morir, aunque la verdad a mí me duele que sea así. El otro día hablaba con un amigo de esto, y fue en realidad en esta conversación donde noté algunas cosas muy interesantes. El me dijo que durante un tiempo el se dedicó a llamar a sus amigos, hasta notar que en realidad, el único que mostraba interés en continuar la amistad era él.
Llegó un punto donde, tal vez a modo de prueba, dejó de ser él el que llamaba a sus amigos, para ver cuáles eran los que en realidad estaban dispuestos a mantener el contacto. Algunos decidieron llamarlo de vuelta y lo invitaban a salir. Otros, y esto fue lo más curioso, nunca devolvieron la llamada.
Me molesta que algo así pase. ¿Por qué? Porque creo que ser amigo de una persona implica estar en las buenas y en las malas. Porque pienso que uno no puede decir que está en las malas con alguien si se vive esperando la llamada, o la visita de una persona, o que le escriban. Es cierto, una vez que salimos del colegio se vuelve más difícil mantener el mismo grado de cercanía, pero eso no implica eliminar la cercanía. Si uno hace eso está renunciando a una amistad.
Desde que regresé a Costa Rica, casi todas las personas con las que yo tenía contacto en el colegio se mantenían intactas, no se deterioraron porque ya se sabía que no había opción de verlos ni de escribirse tan a menudo. Algunas, eso sí, mejoraron. Las de mis mejores amigos, que me ayudaron a salir adelante en algunos momentos y me demostraron el valor que tenían.
Pero ahora siento que estoy pasadno por lo mismo que pasó mi amigo. He notado que yo soy el que está escribiendo los mensajes a algunas personas, o llamándolas. Cuando me las encuentro, a veces lo he mencionado y me dicen algo así como: "ah, yo le mandé un mensaje pero seguro no le llegó", o "ahí hablamos". Una que otra puede ser cierta, pero en general son respuestas que suenan a excusas. Si aparte de una línea como esa, esa persona no mueve un dedo, yo creo que el mensaje es bastante.
"Lo que pasó fue que me volví más valeverguista", me dijo mi amigo. Pues yo no me siento valeverguista pero no deja de tener razón. Aunque duele perder a las personas por el desprecio, es otra lección de la vida: "Hay que aprender a renunciar".
Saludos.